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Reflexiones cristianas: Acerquémonos confiadamente

Publicado por: Claudio Nuñez | sábado 16 de mayo de 2020 | Publicado a las: 17:03

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Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Heb. 4: 16.)

Jesús conoce las necesidades de sus hijos y le gusta escuchar sus oraciones. Que sus hijos se aparten del mundo y de todo lo que pudiera apartar los pensamientos de Dios, y que sientan que están solos con el Señor, que su ojo contempla lo más profundo del corazón y lee los deseos del alma, y que pueden hablar con Dios. Con fe humilde, podéis pedir el cumplimiento de sus promesas y sentir que aunque no tenéis nada en vosotros mismos que pudiera serviros para suplicar el favor de Dios, debido a los méritos y la justicia de Cristo podéis acercamos confiadamente al trono de la gracia, para hallar socorro en el momento oportuno. Nada puede fortalecer tanto al alma para resistir las tentaciones de Satanás en el gran conflicto de la vida, como buscar a Dios en humildad, y presentar delante de él vuestra alma en toda su indigencia, a la espera de que él será vuestro Ayudador y Defensor.

Con la fe confiada de un niñito, hemos de acudir a nuestro Padre celestial, contándole todas nuestras necesidades. Siempre está listo para perdonarnos y ayudarnos. La fuente de sabiduría divina es inagotable y el Señor nos anima a sacar abundantemente de ella. El anhelo que podríamos tener de bendiciones espirituales se describe en estas palabras: «Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía». Necesitamos una profunda hambre espiritual por los ricos dones que el cielo puede concedernos. Debemos tener hambre y sed de justicia.

Oh, que podamos tener un deseo consumidor de conocer a Dios por experiencia, para llegar hasta la cámara de audiencia del Altísimo, extendiendo la mano de fe, y vaciando nuestras almas impotentes sobre Aquel poderoso para salvar. Su bondad amante es mejor que la vida.

El desea conceder a los hijos de los hombres las riquezas de una herencia eterna. Su reino es un reino eterno. (E. G. White).

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