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Hugo Herrera, analista político: «La prevalencia de Republicanos en el órgano constituyente ha dificultado la discusión»

Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 16 de octubre de 2023 | Publicado a las: 09:16

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El académico de la UDP, abogado y filósofo, conversó con Tiempo21, y entregó diversas reflexiones sobre el actual momento político de nuestro país, sobre todo el proceso constituyente que sufre, vía encuestas, un amplio rechazo. “Lamentablemente, en el actual órgano constituyente hemos visto también, sin embargo, la incapacidad de entender el significado político de una constitución: ser base, respetada por todos, del orden político”.

También se refirió a la situación en La Araucanía y le responde al Senador Huenchumilla señalando que, “la tragedia hoy es que las autoridades territoriales carecen de las competencias suficientes para resolver los problemas de sus territorios, y que las autoridades con esas competencias suficientes no viven en los territorios afectados. Por eso el conflicto mapuche se prolonga por décadas”.

Las amenazas del osornino Pedro Pool -fusilamiento a líderes políticos de izquierda y derecha- las calificó como “bravatas de termocéfalos, como la de marras o aquella de que la constitución se hacía “por las buenas o por las malas” hay que dejarlas en el nivel en el que corresponden. Si las amenazas devienen ciertas, para eso está el sistema jurídico”.

Por Héctor Cárcamo y Claudio Núñez

Salió de una entrevista en CNN Chile para llegar a otra, en este caso con Tiempo21. Hugo Eduardo Herrera es conocido por sus opiniones y críticas tanto a la izquierda, como al Frente Amplio, como a la misma derecha, donde ha dicho que tiene “falta de política” porque en dicho sector ha prevalecido el discurso económico por sobre cualquier otro. También ha sido durísimo contra el que llaman centro de estudios de Libertad y Desarrollo, describiéndolo en un artículo de opinión como “un verdadero tapón hermenéutico, reduciendo a la centroderecha en sus capacidades de entender la situación y desplegar un pensamiento político amplio, allende los estrechos límites de cabezas para las cuales el individuo es una entidad última y autónoma”, sin guardarse nada. Incluso ha sido descrito como “uno de los intelectuales más lúcidos e ilustrados de la derecha en la actualidad”.

Y lo ha demostrado con creces, autor de varios libros tales como, “La derecha en la crisis del bicentenario”, “La frágil universidad”, “Razón bruta revolucionaria” y el último libro, “El último romántico: El pensamiento de Mario Góngora”, conversó con Tiempo21 y dio su crítico análisis sobre el actual proceso constituyente, sus liderazgos, y el conflicto en La Araucanía. Como decimos, no se guarda nada.

Anomia y las élites

El abogado, académico, doctor y periodista, Jaime Abedrapo, ha señalado que “La desorganización social y el aislamiento de los individuos del espacio público, es decir, extraviados del camino en comunidad ha sido causa y efecto de nuestra más evidente patología, la anomia”, ¿usted qué opina?

Ampliaría el planteamiento. La crisis actual depende de cambios en la esfera popular y territorial, y en las élites, los discursos e instituciones. Esos cambios han producido un distanciamiento severo entre la dimensión concreta del pueblo en su territorio y la más abstracta de los discursos de las élites. Entre los cambios en la dimensión concreta se halla efectivamente un debilitamiento de los vínculos sociales tradicionales: familias, organizaciones sindicales, barrios, etc. Entre los cambios en la dimensión más abstracta consta un aislamiento geográfico de las élites: se apiñan en ciertos barrios acomodados y segregados de Santiago, la derecha en algunos, la izquierda en otros. Entonces carecen de trato cotidiano con los gobernados. Además, constan discursos muy abstractos en amplios sectores de la derecha y la izquierda. Allá, todavía, un pensamiento economicista, acompañado de toques de lo que llamo “moral de alcoba”. Pero no se mira antes la situación popular efectiva. En la izquierda “académico-frenteamplista” domina aún un discurso fuertemente moralizante, que abomina del mercado como ámbito de egoísmo o “mundo de Caín”, como lo han concebido Atria y su seguidor Jackson. Todo eso ha contribuido a que pueblo y territorio queden abandonados -basta constatar el abandono de las regiones- y se debiliten los lazos estables, los vínculos y comunidades, y a que el sistema político -de élites y discursos desarraigados- pierda legitimidad. Hacia allá cabe buscar los fundamentos de la actual crisis.

¿Cómo se sale de ahí?

En lo básico, tratando de recomponer una relación de cercanía entre los discursos y las élites, por un lado, y la situación popular concreta, por otro. En términos más específicos: fortaleciendo la institucionalidad territorial, produciendo mega-regiones, un regionalismo fundamentalmente político, con competencias que las vuelvan capaces de solucionar eficazmente sus problemas más acuciantes. Eso mismo volvería más atractivas las regiones para las propias élites, y el contacto con los gobernados podría volverse menos afectado, más paisano y habitual.

¿Y en lo ideológico?

Es urgente que la derecha y la izquierda revisen sus posiciones más recalcitrantes y toscas: la derecha su énfasis en la gestión y la economía, que le impidió entender simplemente lo que estaba ocurriendo el 18 de octubre. La izquierda, de su lado, debe dejar atrás el ejercicio adolescente de moralizar la política, decretando a ciertas instituciones como el mercado y ciertas posiciones políticas como malas o egoístas, así como de pensar en el adviento de una situación comunista. Desde los Fabianos en el Reino Unido y los socialdemócratas en Alemania, consta una izquierda madura que entiende que un mercado bien controlado puede jugar un papel político decisivo en la distribución del poder social: si quien me emplea y me gobierna coinciden mis posibilidades reales de criticar a los políticos-empleadores se verán amenazadas. Y que se percata, asimismo, de la ingenuidad de una situación comunista o sin instituciones. Desde que hablamos, o sea, desde que somos humanos, estamos afectados ya por la primera, más abarcante e insuperable de las instituciones: el lenguaje y sus reglas. Pensar en una existencia post-institucional y humana es como un fierro de madera: una contradicción insalvable.

Usted, en una entrevista en Diario y Radio de la U. de Chile el 15 de junio de 2020, afirmó que en el “mapa político de Chile, la fuerza de conducción la pasan a adquirir los sectores más moderados, los que son capaces de llegar a acuerdos”. A la luz de la realidad actual, no se registra conducción política de los moderados y hay incapacidad para llegar acuerdos. ¿Qué falta para recuperar la conducción política en el país?

Era un tiempo en el que cabía abrigar esperanzas aún. La crisis había sido conjurada por el acuerdo del 15 de noviembre, firmado por miembros de todos los partidos, con la notoria excepción del PC. Y en un país bajo la amenaza de la crisis sanitaria, se podía constatar una voluntad de conversación, de apertura al otro. Un año más tarde empezó a funcionar la Convención-1…

… Y entonces la buena disposición parece haberse acabado.

Esa parte de la historia es tan lamentable como conocida: además de los exabruptos y toscas puestas en escena, a la que contribuyeron no sólo el votante desde la ducha, la tía Pikachú, etc., sino también Loncón y Bassa, primó, en lo general, un ambiente fuertemente partisano y excluyente. No se puede pretender producir una constitución, una base fundamental de la convivencia social, excluyendo a todo un sector político del país, al menos la mitad, o, si se le hace caso al plebiscito de salida, al 62 por ciento de la ciudadanía.

¿Y cómo lo ve con el actual órgano constituyente? Porque parece estar ocurriendo algo parecido.

Hay una clara diferencia y es que las partes han operado con respeto, menor hostilidad y exabruptos. Todo eso no es trivial o mera inquietud de “viejos vinagres”. Es de la diferencia entre el decoro, el respeto y el acoger al otro, por un lado, y por otro, la hostilidad, el desenfreno, la puesta en escena, que depende la posibilidad misma de una discusión argumentada. Lamentablemente, en el actual órgano constituyente hemos visto también, sin embargo, la incapacidad de entender el significado político de una constitución: ser base, respetada por todos, del orden político. Sin esa base, la convivencia se torna crítica. Con esa base, hay algo a lo que, aun en los momentos de conflictos, todos deben y pueden atenerse. Estamos en los últimos momentos para que los distintos partidos dejen de lado sus pequeños credos y miren con un sentido patriótico al interés nacional, que es un interés inclusivo y no excluyente.

Sensibilidades republicanas

La gran votación Luis Silva para el Consejo Constitucional, hasta hoy encarna el fracaso del actual proceso y su figura ahora no pesa lo mismo que pesaba al comienzo del proceso. A su juicio ¿quién debe liderar la propuesta republicana para salvar la iniciativa de la derecha?

Pienso que, así como en la izquierda la prevalencia del PC y el lado más radical del FA dificulta la discusión política y la apertura a quien piensa distinto, así también en la derecha, la prevalencia de Republicanos en el órgano constituyente ha dificultado la discusión y alcanzar acuerdos. Tengo, sin embargo, la impresión de que en Republicanos hay dos sensibilidades. Una más dura y menos reflexiva, más fundamentalista. Hay otra, en cambio, la de los exUDI, como Kast, Squella o Frontaura, que tiende a ser más dialogante. Es algo muy parecido a lo que fue la UDI antes de Lavín: un partido que ha manifestado una persistente lealtad con la nueva democracia, en el que existe un mayor realismo y la disposición a conseguir acuerdos. Asimismo, donde hay consciencia del significado político de una constitución. De ese grupo, por el papel que ha jugado y el tipo de conversación al que está dispuesto, pienso que el profesor Carlos Frontaura debiese tomar un papel protagónico en esta etapa final. Aunque siempre está la cuestión de las presiones que puedan venir desde los grupos más duros.

Pool: bravatas…

¿Usted cree que la aparición en el país de líderes de opinión como la del empresario osornino Pedro Pool -amenazas de fusilamiento a líderes políticos de izquierda y derecha- ayuda a sostener y recuperar ante la opinión pública el proyecto de nueva Constitución que propone principalmente Republicanos?

Bravatas de termocéfalos, como la de marras o aquella de que la constitución se hacía “por las buenas o por las malas” hay que dejarlas en el nivel en el que corresponden. Si las amenazas devienen ciertas, para eso está el sistema jurídico. Indudablemente no contribuyen a generar un ambiente de confianza. Pero tampoco creo que lo dañen mucho. El principal obstáculo al proceso lo están poniendo, en cambio, y lamentablemente, los responsables eminentes de llevarlo a buen puerto.

Usted ha señalado que Gabriel Boric se farreó la Convención Constitucional y los 50 años del golpe y ello significó no preparar un ambiente para llegar a un gran acuerdo político, pero también la derecha construyó un muro desde el Congreso para detener cualquier iniciativa importante del Gobierno. ¿Cómo cree usted que se pueda romper esa distancia?

De modo parecido a la única manera de destrabar el proceso constituyente: sentándose a conversar con el otro, el que piensa distinto y considerarlo verdaderamente y no en la pura retórica, como un igual. No como un mero ignorante o pobre flojo, como se hace desde cierta derecha. Tampoco como un “facho pobre”, o un “escéptico” cómplice del poder económico, como se hace desde cierta izquierda. Todas esas son expresiones de una pretendida superioridad, que finalmente apunta consciente o inconscientemente a quebrar la igualdad democrática. Esta igualdad supone partes, no jueces. Partes, en principio, igualmente legítimas unas y otras. Lamentablemente los extremos han producido un juego de espejos: más duro se pone el gobierno, más dura la oposición. Hay que recordar que el ministro encargado de llevar la coordinación del gobierno con el parlamento era Jackson, probablemente el más radical de los frenteamplistas y abogado de la pretensión moralizante. Y que el gobierno no ha dejado de ser pertinaz en insistir una y otra vez con proyectos que sabe serán rechazados, porque representan sólo al ala más radical de la izquierda, pero no a las grandes mayorías ciudadanas.

Reorganizar el territorio

El senador Francisco Huenchumilla afirmó que el proyecto “Usurpaciones que ha impulsado la derecha y que el Gobierno también aceptó (…) está en el centro del debate sobre el problema de la Macrozona Sur. Hay que entender que el conflicto mapuche es un problema político, y no simple delincuencia”. Usted ha afirmado que la política es un arte y no una ciencia, ¿cuáles debieran ser las características políticas de los actores en este grave conflicto?

Es iluso pensar en una solución al conflicto mapuche mientras no se reorganice en serio el territorio nacional según las macro-regiones a las que he aludido más arriba. La tragedia hoy es que las autoridades territoriales carecen de las competencias suficientes para resolver los problemas de sus territorios, y que las autoridades con esas competencias suficientes no viven en los territorios afectados. Por eso el conflicto mapuche se prolonga por décadas, lo mismo que el problema de la mega-sequía, el de la conectividad del territorio; o que partes de él estén vedadas a la colonización chilena y la rica zona austral, dotada de reservas de agua y recursos inmensos, esté convertida en un parque nacional gigantesco; asimismo, el asunto de las “zonas de sacrificio”; el del hacinamiento en Santiago; el de la pérdida creciente de peso relativo de las micro-regiones actuales frente a la capital; y, en verdad, cualquier problema de carácter territorial. Lo demás, ley de usurpaciones, estados de excepción, una mejor inteligencia, apoyo irrestricto a los grupos amenazados, etc. sin duda son medidas obvias y necesarias. Pero no son suficientes para la solución del problema.

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