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Según estudio los ateos son más generosos que los creyentes

Publicado por: Karina Pavez | viernes 6 de noviembre de 2015 | Publicado a las: 22:21

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Si alguna vez —Dios no lo quiera— le dan una paliza unos asaltantes mientras baja de Jerusalén a Jericó, más vale que después pase por allí un samaritano poco creyente. Porque ser religioso o ateo no hace más buenas a las personas, pero sí que parece condicionar la forma de entender la generosidad y el altruismo hacia desconocidos. Y las personas menos religiosas tienen una tendencia más espontánea a ayudar al prójimo, según los últimos estudios.

El último trabajo ha sorprendido al mostrar que los niños y niñas criados en ambientes religiosos son menos proclives a ser generosos, que existe una correlación inversa entre el altruismo y la educación en valores identificados con la fe. Por medio de un experimento realizado con menores de entre 5 y 12 años en seis países culturalmente muy diversos (Canadá, EE UU, Jordania, Turquía, Sudáfrica y China), los investigadores encontraron que los escolares que no reciben valores religiosos en su familia son notablemente más generosos cuando se trata de compartir sus tesoros con otros niños anónimos.

«Es importante destacar que los niños más altruistas vienen de familias ateas o no religiosas», destaca el líder del estudio, Jean Decety, neurocientífico y psicólogo de la Universidad de Chicago. «Espero que la gente empiece a entender que la religión no es una garantía para la moralidad, y que la religión y la moralidad son dos cosas diferentes», remata cuestionado por la importancia de este estudio.

Además, en la investigación se preguntaba a los progenitores si sus hijos eran más o menos generosos y, curiosamente, los padres y madres más religiosos creen que están criando una prole más solidaria: los creyentes dan por hecho que sus hijos son más altruistas, aunque a la hora de la verdad compartían menos. Otro hallazgo importante es que la religiosidad hace que los niños sean más severos a la hora de condenar el daño interpersonal, como por ejemplo los empujones. «Este último hallazgo encaja bien con investigaciones previas con adultos: la religiosidad está directamente relacionada con el aumento de la intolerancia y de las actitudes punitivas hacia delitos interpersonales, incluyendo la probabilidad de apoyar penas más duras». En resumen, los menores criados en ambientes religiosos serían algo menos generosos pero más proclives a castigar a quien se porta mal.

Hace un par de años, el sociólogo de Stanford Robb Willer publicó un estudio en el que, a través de tres experimentos, mostró que la compasión llevaba a las personas no creyentes a ser más generosas mientras que en las más apegadas a la fe la compasión no influía en su nivel de generosidad. «Para los menos religiosos, la fuerza de su conexión emocional con otra persona es fundamental para decidir si van a ayudarla o no», aseguraba Willer en su día: «Los más religiosos, por el contrario, fundamentan menos su generosidad en las emociones y más en otros factores, como el dogma, la identidad de grupo o la reputación».

Juego como experimento
Para investigar la influencia de la religión en lo que respecta al altruismo, se sometió a los niños al ‘juego del dictador’: a cada niño se le entregaban 30 pegatinas y debían escoger sus 10 favoritas, que se podían quedar. Después, se les decía que el monitor que estaba con ellos no iba a poder jugar con todos los niños, así que no todos podrían tener pegatinas. Entonces se le daba a cada niño dos sobres para que en uno pusiesen las pegatinas que querían quedarse y en el otro las pegatinas que querían entregar a esos otros niños que no iban a poder jugar. El altruismo se calculó por el número de esas 10 pegatinas que se compartían.

Según estudios previos, los niños se hacen más generosos con la edad, pero este estudio indica que el entorno religioso también juega un papel fundamental al conformar las tendencias altruistas. Los investigadores destacan que los niños más generosos procedían de familias ateas o no religiosas.

«Si quieres que tu hijo sea una persona que respete los valores éticos, es posible que una educación laica sea lo mejor», sostiene Decety. Además afirma que las conclusiones a las que han llegado con este estudio sugieren que, sin tener en cuenta la identificación religiosa, la frecuencia de las prácticas religiosas y la religiosidad en general estaba inversamente relacionada con la generosidad de los niños, incluso después de controlar las diferencias culturales y relacionadas con la edad.

«Las pegatinas se compartían con un niño anónimo del mismo colegio y del mismo grupo étnico. Por lo tanto, este resultado no se puede explicar simplemente por estar ‘dentro del grupo’ frente a ‘fuera del grupo’, ya que se sabe que eso cambia el comportamiento de cooperación de los niños desde una edad temprana».

Castigos más duros

Otro punto destacable de los datos que han recopilado los investigadores es que la religiosidad afecta a la tendencia a castigar más duramente acciones como los empujones o los puñetazos. «Esta última conclusión concuerda con un estudio anterior que se hizo con adultos e indicaba que la religiosidad está directamente relacionada con la intolerancia y las actitudes castigadoras hacia las ofensas personales, incluyendo la probabilidad de apoyar los castigos duros», explica Decety.

Los investigadores han llegado a la conclusión de que este comportamiento puede deberse al fenómeno conocido como ‘licencia moral’ que, en esencia, consiste en utilizar algo ‘bueno’ para justificar algo ‘malo’, a menudo sin darse cuenta de ello. Hacer algo que ayuda a fortalecer nuestra imagen de manera positiva, nos hace preocuparnos menos por las consecuencias de un comportamiento inmoral, y por lo tanto hay mayor probabilidad de hacer elecciones inmorales. «Es un fallo mental interesante», sostiene Decety. «Puede desinhibir el comportamiento egoísta y reducir el comportamiento prosocial, y explicar cómo los niños criados en hogares religiosos, que son percibidos como más empáticos y sensibles a la justicia, de hecho son menos altruistas con sus propios compañeros de clase», continúa.

Bondad humana

«Esto no quiere decir que la gente religiosa no sea en absoluto generosa. Sólo significa que cuanto más religiosa es la familia, menos altruista es el niño», añade el autor principal del estudio. También sostiene que sus hallazgos apoyan la idea de que la secularización del discurso moral no reduce la bondad humana, sino que ocurre justo lo contrario. Y añade dos ejemplos del trabajo de un psicólogo israelí, Bejamin Beit-Hallahmi, de la Universidad de Haifa: el movimiento por los derechos civiles de Estados Unidos, la mayor parte de los activistas blancos involucrados en él no estaban afiliados a ningún movimiento religioso, y hay una relación inversa entre la religiosidad y el apoyo al movimiento; por otro lado, el régimen del Apartheid en Sudáfrica estaba conducido y apoyado por cristianos devotos y eran los ateos los que se oponían.

Por su parte, el psicólogo y pedagogo Valentín Martínez-Otero indica que no comparte los resultados de esta investigación, aunque tampoco lo cuestiona. «No veo por qué tiene que ser así. En la religión cristiana, que es la más cercana a nuestra cultura, el altruismo se favorecería, no se perjudicaría. Es algo inherente». Sostiene que puede deberse a la edad del niño, que sea muy pequeño, y habría que apelar a otras experiencias y a ciertas enseñanzas familiares, que pueden dar lugar a egoísmos.

En todo caso, la relación entre la religiosidad y la moralidad siempre ha sido polémica, y no siempre de manera positiva. Decety afirma que ahora está en proceso de ampliar el trabajo para incluir a niños de edad entre cuatro y ocho años, y añadir más países.

Desde hace siglos, distintos autores han abordado el debate de si la religión, creer o temer a Dios, provoca en los humanos una actitud más bondadosa, más solidaria, más empática hacia el sufrimiento de los demás. No obstante, en los últimos años la investigación psicológica ha revelado varias tendencias consistentes, como que los creyentes tienden más a dirigir su empatía hacia su propio grupo, que religiosos y no religiosos motivan su altruismo en valores diferentes y que usan criterios distintos para determinar qué acciones son inmorales.

Sin embargo, la idea de que la religión consolidaba el altruismo aparecía en diversos estudios, como los que vienen publicando autores como Azim Shariff, que ha repasado en la revista Science la importancia de la fe a la hora de mostrarse más generoso con los demás. En sus trabajos se ponía a prueba el altruismo de la gente después de hacerles pensar (consciente e inconscientemente) en Dios y sus manifestaciones: aquellos que leían sobre él o veían vídeos relacionados antes de la prueba se mostraban notablemente más generosos que los que no. Las motivaciones no eran la compasión o la empatía, pero ayudaban más al prójimo al tener presente la figura divina.

Por eso, Shariff considera que los resultados del estudio en niños publicado hoy «parecen superficialmente contradictorios» con su trabajo. Pero de gran importancia: «Creo que se trata de unas conclusiones fascinantes a partir de un esfuerzo impresionante. Este estudio nos obliga a repensar seriamente las cosas a fin de conciliar lo que sabemos», resume Shariff, de la Universidad de Oregón.


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