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Opinión: Impaciente espera ante desapariciones

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 16 de agosto de 2020 | Publicado a las: 21:53

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La denominación presunta desgracia significa la pérdida o extravío temporal o permanente, de una persona natural, de la que se ignora su paradero y a quien le podría haber ocurrido una desgracia.

El tiempo ha pasado. Ahora existe mayor y mejor tecnología para estar conectados-sin embargo- la experiencia indica que no ha mejorado la “comunicación”, por el contrario se ha deteriorado y de tal forma que cuando se quiere reconstruir las últimas horas de visibilidad de una persona,  surge un punto ciego u oscuro que no permite establecer determinadas cosas.

Escribe: Prof. Jorge Aguirre Hrepic, consultor en Inseguridad, Criminalista – Criminólogo.

El antiguo dicho se lo “trago la tierra” en alusión a la desaparición de  alguien o alguna cosa, lejos de ser una simple afirmación metafórica, es una recurrente expresión cuando una persona no aparece, cuando la echan de menos sus seres queridos, cuando no se presenta a trabajar, cuando  no aparece ante una deuda, en fin por la motivación que sea.

La desaparición, entendida como la situación que afecta a una persona, de la que no se sabe dónde se encuentra y tampoco se sabe si continúa con vida.

Ante la desaparición de una persona el legislador creo la figura de la “Presunta desgracia”, la que se activa mediante una denuncia ante las policías (Carabineros-PDI) o directamente en el Ministerio Publico.

La denominación presunta desgracia significa la pérdida o extravío temporal o permanente, de una persona natural, de la que se ignora su paradero y a quien le podría haber ocurrido una desgracia.

Ante, esta denuncia, en lo general puede participar cualquier unidad policial, sin embargo, en la actualidad y dado el gran número de personas que se reportan como desaparecidas, ambas instituciones policiales crearon unidades especializadas en la búsqueda de personas.

Al efecto, existen varias recomendaciones en el caso de menores, de la tercera edad o discapacitados que se pierden o desaparecen, fundamentalmente porque si bien muchos aparecen luego, no son pocos los que no aparecen más.

La ironía y humor chilensis siempre se refería a las desapariciones, como la forma de poner término a una relación sin asumir ni enfrentar los problemas, aduciendo, “Voy a comprar pan y vuelvo”.

Asimismo, con el pasar de los años, algunos seudos perdidos, han aparecido como si nada, prácticamente como si el tiempo se hubiera detenido, y luego pretenden volver a la tranquilidad donde a veces las mínimas explicaciones, los más avezados, han dicho que fueron abducidos por los extraterrestres. 

De ahí, que antiguamente, existía el requisito de esperar 48 horas de desaparición de una persona, para recién dejar la denuncia, y mientras tanto, el peregrinar de familiares, por centros hospitalarios, servicio médico legal y cuarteles policiales era el bálsamo psicológico para alcanzar un poco de tranquilidad y lavar conciencia a todo evento, cuando existía juicio moral de reproche por la pérdida, aunque sea de un instante, de un ser querido.

El tiempo ha pasado. Ahora existe mayor y mejor tecnología para estar conectados-sin embargo- la experiencia indica que no ha mejorado la “comunicación”, por el contrario se ha deteriorado y de tal forma que cuando se quiere reconstruir las últimas horas de visibilidad de una persona,  surge un punto ciego u oscuro que no permite establecer determinadas cosas.

Lo anterior, permite sostener diversas teorías referidas a las desapariciones, más allá del móvil de la misma, fundamentalmente porque ninguna es igual a otra, especialmente en los detalles, territorios, modalidades, recursos, modus operandi y cobertura de ejecución, sea por desaparición voluntaria o forzosa.

Independiente del tipo de desaparición, siempre debe haber seriedad suprema para enfrentar cada procedimiento, incluso si hay faltas de antecedentes, o este hecho parezca extraño o poco veraz  y por lo menos no hacer comentario ante las personas afectadas, que son los familiares o amigos cercanos.

No pocas veces la denuncia por desaparición o presunta desgracia son realizadas por personas que están involucradas en estos hechos, de ahí que no debe emitirse ningún juicio, solo se deben efectuar preguntas y observar conductas, esto no es solo consejo a los policías, sino, que a todas las personas que participan en la búsqueda, tales como bomberos, rescatistas, vecinos, amigos, etc.

Cada presunta desgracia, especialmente en Chile, trae consigo múltiples problemas, no solo por la dinámica cultural sino que, siempre se buscan culpas en otras partes. Comienzan las batallas familiares cruzadas, a nadie le satisface la respuesta del estado o encuentran generalmente escasos los medios de búsqueda empleados, hasta que entran en escena los medios de comunicación social.

Lo que sí es visible y palpable de inmediato, es que el entorno del desaparecido desconocía muchas cosas, para que decir de los secretillos que compartían con las personas menos pensadas.

También hay casos especialmente de menores, donde las desapariciones son la consecuencia de otros ilícitos previos, generalmente de inconductas sexuales, que escapan a los patrones tradicionales de presunta desgracia, pero que con mayor razón califican para otro tipo de búsqueda más especializada y enérgica, es decir como se dice popularmente; “hay que tirar toda la carne a la parrilla”. No hay que fijarse en detalles.

Otra discrepancia bizantina que surge es el tema económico que se atribuye al origen del “desaparecido”, donde la reacción social informal reclama que es disímil el apoyo estatal para un desaparecido pobre, respecto a un desaparecido con dinero, perdiéndose la objetividad del uso de los medios y se contamina todo el caso. Fundamentalmente, porque el voluntariado masivo opera precisamente cuando se visualiza carencia económica, lo que en nada puede, necesariamente significar, que una modalidad será más eficiente o eficaz que otra.

Con todo, es altamente necesario señalar que existe una tremenda confusión en la forma de actuar de personas, grupos o asociaciones representativas de una población o territorio ya que no hay límites pre establecidos para involucrarse en la búsqueda de personas desaparecidas, donde prácticamente todo vale.

Los casos, son múltiples de hombres y mujeres desaparecidas, donde la desesperación -natural por cierto- se apodera de familiares y amigos que piensan que el sistema policial se olvidó de la víctima.

Es imposible dejar de enunciar el caso reciente de una menor llamada “Ámbar”, donde su desaparición y luego aparición (de sus restos) dejó en evidencia un choque de actuaciones que más allá de representar la fortaleza de un sistema, demostró las debilidades humanas, técnicas y jurídicas, relacionadas con estos hechos.

El tema lo muestran complejo, pero es muy simple siempre y cuando se respeten las actuaciones profesionales, se cultive cierta ética y se hable con la verdad.

Reiteramos, cuando una persona está perdida o desparecida, todos pueden buscarla, ojalá mediante métodos ordenados para evitar contaminar los sectores revisados y buscar la eficacia que se requiere.

Si la persona desaparecida aparece con vida, excelente, todos felices, se informa a la autoridad y pronto se cierra un caso más.

Si la persona buscada aparece fallecida y su cadáver en un solo lugar o diseminado, de “inmediato” se detienen todas las diligencias -sin excusas- y es el Ministerio Publico quien dispone qué policía continúa con las diligencias, trabajo del sitio del suceso, pericias externas al cadáver, necropsia, estudios biológicos, geológicos, y en fin todas las pericias que correspondan.

Súper claro, nadie más interviene salvo que el propio Ministerio Publico lo autorice como interviniente autorizado en la causa, lo que en todo caso no es fácil porque el celo excesivo de las Fiscalías no acepta consejos de nadie y menos de terceros, aunque sean los más diligentes peritos o investigadores.

Eso no quita que si existen antecedentes previos, recabados por un particular, puedan ser entregados a los fiscales o policías que investigan el hecho.

De cualquier forma, toda actuación debe ser autorizada formalmente y es aquí donde algunas personas no se detienen, especialmente los equipos periodísticos, que utilizan asesores en investigación y generalmente realizan diligencias más adelantadas a las policías, imprimiéndole otra dinámica que a veces los lleva a obtener otras hipótesis, otras conclusiones, obtener indicios, o lisa y llanamente contaminar todo.

En la realidad, se practica la obstrucción a la investigación, más allá de lo que uno cree,  siendo miles los testigos a través de las pantallas de la televisión.

El mercado del crimen es extenso aunque suena mal, pero es verdad y Chile no ha madurado  como para tomarse en serio la forma de investigar algunos delitos, conductas e incivilidades.

Son demasiados los casos,  que andan dando vuelta. Es más, no se evalúa el costo social del delito, que en estos casos es cuantioso, especialmente en el despliegue de medios y que en definitiva sea cual sea su número, no deja feliz a casi nadie y muchas veces, los familiares, siguen  sumidos en la impaciencia, que nunca desaparece.


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