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Opinión

¡Había una vez… que vuelva!

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 10 de diciembre de 2023 | Publicado a las: 08:55

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Por María Angélica Arán, Directora de la carrera de Pedagogía en Educación Parvularia, UA

En el mes que se conmemora el Día Nacional de la Educación Parvularia, reconocemos el valor de educar en la primera infancia para favorecer el bienestar integral de todos los niños y niñas. Si bien los profesionales preparados para abordar esta responsabilidad en esta etapa temprana del desarrollo son los educadores y educadoras de párvulos y la familia como círculo de apego más significativo, esta responsabilidad trasciende a la sociedad en su conjunto.  De acuerdo al informe del centro de estudios del MINEDUC de junio de 2023, y una de sus investigaciones desarrollada con estudiantes de prekínder a 4° año básico, se concluye que la pandemia tuvo un impacto significativo en su salud mental, al evaluarse síntomas internalizantes, externalizantes y somáticos y los resultados dieron cuenta que los síntomas que más aumentaron fueron: “Estar triste” (24,6%), “falta de ganas” (29,5%), “cambios en el apetito” (26,4%)” y “problemas para dormir” (26,4 ). Incluso se identificó que el 20,6% de los estudiantes participantes de la investigación pasaron de no tener síntomas previos a la cuarentena, a tener al menos un síntoma durante esta.

Además de identificarse síntomas asociados a la ansiedad-depresión y a problemas sociales, de atención y de pensamiento. Suma a ello, el aumento de denuncias en la Superintendencia de Educación, para el periodo 2022, de maltrato a párvulos. Situación preocupante para quienes tenemos una infinita convicción de disponernos como garantes de los derechos de la infancia.

Como educadores y educadoras, estamos llamados a ser agentes críticos, reflexivos, observadores de todo lo que compromete atender en una era de avances vertiginosos en distintos ámbitos. El desarrollo tecnológico, los alcances de la inteligencia artificial, las nuevas formas de comunicación y expansión del conocimiento, los cambios sociales, políticos y sus tendencias, nos reta a ser actores claves para abordar y reflexionar sobre el “qué debemos conservar” y sobre el “qué debemos avanzar”, en el convencimiento y con la información suficiente para abordarlo responsablemente.

Por otra parte, el adultocentrismo como concepto sociológico que refiere a la supremacía social de los adultos por encima de los infantes, tan presente en nuestros tiempos, y el extremo consumismo tecnológico, sin juicio crítico, puede despojar a los niños de atenciones de parte de sus cuidadores y de figuras de apego seguro relevantes, en un periodo de la infancia crítico y sensible para su desarrollo y bienestar integral, con un impacto impredecible a largo plazo.

Es imperativo, respecto de qué conversaciones propiciamos, los tiempos que les destinamos, los espacios que generamos para la escucha, para “ver” la infancia, para resguardar su protección de situaciones que afecten su desarrollo y requerimientos de orientación parental y educativa. Hacernos parte de una política pública efectiva y no discursiva, entrampada en algunos casos en normativas y protocolos rebuscados, donde hasta la figura de apego del profesional educador o educadora de párvulos se afecta en sus expresiones más nobles referidas a la contención, atención a sus necesidades básicas y, sobre todo, sus necesidades emocionales y afectivas, que pueden llevar a despersonalizar la educación.

Que vuelvan los cuentos, los juegos en la plaza, el juego en las casas, en el jardín, en la escuela. El “había una vez…” que vuelva.


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