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Opinión

Editorial: ¡Que Dios nos pille confesados!

Publicado por: Claudio Nuñez | domingo 22 de marzo de 2020 | Publicado a las: 12:40

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Suerte, compatriotas. Cuando por 40 años hemos sufrido por la precarización del sistema público de salud y se exaltan los “valores” del libre mercado, las Isapres y el sistema privado de salud, nos encontramos en esta encrucijada: rascarnos con nuestras propias uñas. Nos proponen “Elige vivir sano” y que la salud es nuestro problema. La salud pública, adolorida, empobrecida y cada año con menos presupuesto, es el sistema donde tienen que tratarse los más pobres. ¡Que dios nos pille confesados!

 

 

«Que Dios nos coja (o pille) confesados» es una expresión con que se indica el deseo de la intervención divina para evitar un mal inminente y, al parecer, inevitable. Su origen se pierde en las tinieblas de los tiempos. Pero desde el punto de vista cristiano, también puede significar que «Dios nos asista», «Dios nos la depare buena» o «Dios nos tenga de su mano».

Para quienes se declaran ateo, entendemos que se ha querido señalar ¡hay de nosotros si no estamos preparados cuando ocurra lo malo (que estimamos muy posible que ocurra)!

Cuando enfrentamos esta profunda crisis mundial y que más temprano que tarde ha llegado a nuestro país, encontramos elementos o un doloroso período que nos hace enfrentar a una encrucijada dolorosa, la oportunidad para observar como algunos que aun frente a una pandemia, la oportunidad para realizar negocios a costo de las urgencias y dramas de las familias chilenas.

Cuando por un lado, las autoridades políticas, religiosas y de la sociedad civil, llaman a permanecer unidos, ser solidarios en las urgencias, otros desenmascaran sus ambiciones para continuar contando dinero, porque se les abre un amplio callejón para especular, y con ello financiar sus proyectos de desarrollo.

Porque apenas se difundieron las noticias de la llegada de ese desconocido pero poderoso virus, hemos podido constatar como un mismo producto hace un mes lo encontrábamos en los supermercados a un precio determinado, pero que hoy, la unidad ha tenido alzas que sorprenden porque los costos son los mismos y los sueldos y salarios también.

Todos los alimentos, también frutas, verduras y cereales, como también medicamentos y artículos básicos para no dar espacios al maldito desconocido, han subidos de precios y desaparecido de las estanterías y góndolas. Cierto es que otros chilenos han aprovechado la ocasión para mostrar su capacidad económica o de endeudamiento, acaparando productos a diestra y siniestra, para dejar a otros vecinos sin acceso a ellos.

Una empresaria de la V Región –Gianina Figueroa- escribió que “en nuestras vidas cotidianas estamos a merced y en manos de poderes fácticos, que no dudan en provocar una cadena de daños colaterales para, desde una cultura del egoísmo y la codicia suprema, mantener sus posiciones de privilegio”.

Mientras, en la noche de este jueves, en sectores de la capital comenzaron a escucharse tibios aplausos que fueron aumentando en la medida que los vecinos se percataron para quienes eran los gritos de agradecimiento y apoyo: a los equipos de funcionarios de Salud que visitaban a pacientes y personas sin capacidad para trasladarse hasta centros de vacunación. Esto mismo lo hemos visto en informativos que llegan de la sufrida España, que de esa manera agradecen el sacrificio de funcionarios y voluntarios que ayudan al prójimo, a costa de su salud e incluso de sus vidas, desafiando al coronavirus.

Suerte, compatriotas. Cuando por 40 años hemos sufrido por la precarización del sistema público de salud y se exaltan los “valores” del libre mercado, las Isapres y el sistema privado de salud, nos encontramos en esta encrucijada: rascarnos con nuestras propias uñas. Nos proponen “Elige vivir sano” y que la salud es nuestro problema. La salud pública, adolorida, empobrecida y cada año con menos presupuesto, es el sistema donde tienen que tratarse los más pobres. ¡Que dios nos pille confesados!


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