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Criminología infantil: delitos contra menores y por menores

Publicado por: Claudio Nuñez | lunes 8 de abril de 2019 | Publicado a las: 08:34

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El riesgo más latente, demostrado por la casuística real, es el abuso sexual a menores, por la nueva pareja que llega y visualiza la vulnerabilidad de los menores y muchas veces el temor del padre guardador a perder su pareja lo inhibe de denunciar o terminar la relación. En este sentido, la no denunciabilidad es altísima, especialmente en las clases sociales medias y altas.

Este texto fue escrito por Jorge Aguirre Hrepic, Criminalista – Criminólogo. 

En la actualidad es creciente el clamor y discurso ciudadano, en relación a la comisión de delitos cometidos por menores, es decir personas menores de edad que son “sujetos activos” de un delito, ósea “victimarios”.

La sociedad organizada a través del Estado y por la vía legislativa, ha promulgado leyes que regulan ciertas materias.

En este sentido, en la actualidad existe la norma “Ley de responsabilidad penal adolescente”, a partir de los 14 años y hasta los 18 años de edad.

En concreto, también existe en este sistema estatal, el Servicio Nacional de Menores (Sename), lugar donde se albergan menores de edad, que han delinquido, o son vulnerados en sus derechos, es decir el Estado a través de este servicio es el guardador de ciertos menores, en situaciones irregulares, asociados a conductas desviadas, es decir protegidos en sus derechos ante el sistema judicial.

Con todo, la casuística, efectivamente demuestra un aumento en la participación de varios delitos por parte de menores de edad, tanto como integrantes de bandas delictuales dirigidas por adultos, como por menores en forma individual o derechamente en bandas delictuales solo de menores.

Si bien, antes se atribuía al hecho de que los menores eran utilizados para efectos de que asumieren la responsabilidad penal, ya que eran inimputables o la pena era más baja.

También es cierto, que los antecedentes criminológicos apuntan a que la actuación de menores, antaño era más bien pasiva, en la actualidad los menores que cometen delitos actúan con inusitada violencia, transformando el modus operandi, especialmente en la dinámica delictiva, en la falta de control de los hechos, algunos atribuyen esto al alcohol y consumo de drogas, pero no siempre es así.

La carga de violencia se genera en forma multicausal, dependiendo muchas veces de las experiencias vividas por cada menor, en su infancia y adolescencia.

Refuerza lo anterior, los antecedentes familiares, entorno, educación, constitución del hogar y juntas de pares entre los menores.

Si bien, existen varios mecanismos para enfrentar este problema, en la práctica no han sido eficientes, de hecho, a partir de lo ocurrido con los menores fallecidos y vulnerados intra muro, en el propio Sename. Esto, ha socavado la dermis publica, pero no ha generado soluciones dúctiles para enfrentar el flagelo.

Es más, esta problemática, ha sobrepasado el tema género, ya que niños y niñas, generalmente vulnerados en sus derechos esenciales, luego se han transformado en victimarios, donde el objetivo ha sido devolverle a la sociedad el daño sufrido a temprana edad, independiente de quien lo haya ejecutado.

En este sentido, no todos los menores vulnerados y que formalmente se sabe, han actuado delictivamente, varios se han integrado a la sociedad adecuadamente, como buenos ciudadanos y padres de familia, pero no se sabe el porcentaje de tal situación, es decir no ha sido medido este aspecto importante, especialmente para verificar si el “Delincuente nace o se hace”, antiguo dilema.

Surgen muchas preguntas, tales como si la familia, célula fundamental de la sociedad es la culpable, la escuela, la sociedad, el estado, etc., son los autores responsables de lo que sucede con los menores infractores de ley.

En definitiva, da lo mismo, lo que interesa, son los efectos y consecuencias que producen estas inconductas cometidas por menores y que muchos una vez, condenados, inmersos luego en el sistema carcelario, no logran encontrar el norte bueno, en su relación con la sociedad, transformándose luego en especialistas del delito.

En la actualidad, vemos a menores en protestas, marchas, escudos humanos en tomas de terrenos rurales, acompañantes de comerciantes ambulantes, artistas callejeros, ejecutando múltiples actividades no solo riesgosas, sino que lo sustraen de su ingenuidad infantil y lo hacen desear lo que otros niños tienen, y que no son solo cosas materiales, sino que afecto, cariño, amor, tiempo, descanso, estudio, entretención sana, etc.

Algunos municipios de Chile, tienen programas de variado índole para apoyar esta actividad con menores, en vacaciones de verano e invierno, en las poblaciones y villas, pero no es suficiente y el control es escaso, ya que en este ámbito, hay menores que sus propios lugares de vivienda, son empleados como “loros” (vigilantes), “Soldados” (defensa), “Sicarios” (asesinos), “Burreros” (transportadores) o vendedores, de drogas de abuso de todo tipo, y esto es un viaje sin retorno, especialmente por su rentabilidad económica.

Los párrafos anteriores, se refieren a lo que se puede ver, sin embargo, hay situaciones que afectan a los menores de ambos sexos y que no son muy visibles para la sociedad, especialmente cuando no se quiere ver ni oír.

En Chile, la cifra negra del abuso sexual infantil, es mucho más alta de lo que se imagina la gente, tanto que las estadísticas no se publican y la cifra negra es abismante.

Lo peor de todo, es que la mayoría de los abusos son cometidos por gente conocedora o pariente del menor agredido, aunque hay un oscurantismo estadístico, llamado cifra negra, se calcula que un 75% de las agresiones, son cometidos por conocidos o cercanos a la familia de la víctima menor.

El aumento de rompimientos matrimoniales, termino de relaciones de pareja o como se llame, cuando quedan hijos menores, aumentan todos tipos de riesgos.

El riesgo más latente, demostrado por la casuística real, es el abuso sexual a menores, por la nueva pareja que llega y visualiza la vulnerabilidad de los menores y muchas veces el temor del padre guardador a perder su pareja lo inhibe de denunciar o terminar la relación. En este sentido, la no denunciabilidad es altísima, especialmente en las clases sociales medias y altas.

En las clases más bajas, especialmente mujeres con escasos recursos, prefieren perder a su pareja, pero denuncian formalmente o alejan al agresor, aunque sea proveedor del hogar, rompiendo el mito de que no denunciaban para mantener la casa en paz.

Los profesores, apoderados y colegios, de alguna forma, cuando han detectado estos abusos, no han actuado con diligencia, prefieren no intervenir, salvo que llegue a mayores problemas y sea un escándalo, por lo tanto, la prevención no existe prácticamente.

Esta vulnerabilidad de los menores, en forma transversal, hace que no sean adultos felices o normales, ya que el abuso perdura en el tiempo a través de huellas de todo tipo, generando en algunos casos, actos delictivos, resentimiento social, depresión, falta de integración, falta de concentración, temor al sexo opuesto, etc.

Existe una gravedad mayor, cuando el abuso es cometido por familiares directos o encubierto por familiares directos, especialmente ascendentes, como padres y abuelas, ya que las menores, piensan y creen que la no intervención, legitima el abuso y por lo tanto no se reacciona oportunamente.

La comisión de delitos de cualquier forma, es multicausal, pero la que más duele y afecta, es aquella ocurrida en la infancia de cualquier persona, por eso para tener una sociedad sana, se requiere de adultos que hayan tenido una infancia sana.

Yo tuve una infancia sana y ¿usted?

 


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